La historia se sitúa en invierno, con ese frío que sólo te permite estar en la calle si llevas más capas que una cebolla. Con ese cielo azul, limpio y puro, que cuando respiras sientes que le haces un service a tus pulmones. El frío cala en los huesos y la única forma de combatirlo es caminar tan rápido como un correcaminos para que tengas la impresión que el frío te pasa de lado, pero no descuido por eso de mirar los escaparates de las tiendas. De repente me planto en seco en frente de una, decido entrar para ojear un poco y ver si hay más cosas dentro como las que han puesto fuera. Entro sin la intención de comprar ya que no tengo ni líquido ni plástico encima para dame el gusto. Empiezo a dar un vuelta en la tienda. Veo algo que me gusta, toco la prenda suave y calentita que tengo entre las manos y comienzo a buscar la etiqueta, la encuentro y veo que el precio se encuentra rebajado, pero aún así busco otra porque se me sigue haciendo un poco costoso para mi bolsillo. Le sigo dando vueltas a la prenda y descubro la composición, lycra, elastano, viscosa y algo de algodón, esto no me gusta tanto, parece un poco estrecho y si se encoge lo mínimo se me va a ver el ombligo...
Finalmente decido probármelo pero camino del probador me percato que se trata nada más ni nada menos de una talla 34, y por más de que vengan 4 personas a ayudarme, me he pasao de dígito,... 38 y eso dependiendo de las marcas.... Ya había dejado hace un rato de tiritar y con la prenda en mano, me acerco al mega-fashion-dependiente que va vestido de maniquí, y le pregunto si: “el trapito que llevo en la mano existe las tallas de las mujeres reales”, mentira, eso es lo que pienso pero tímidamente pregunto si lo tienen en la 38, me mira de reojo como si lo que le dijese fuese una barbaridad y me dice con descaro: “En esta marca tu talla es la xxLarge” haciendo hincapié en la R al pronunciar LAARRRRGGGE – y sigue: “pero en época de rebajas ya no la tenemos”. Y me mira como si no tengo pinta de llevar la Amex Platino (lo cual es totalmente cierto) y que sólo hacen 3 unidades de cada talla por punto de venta - y sigue con ese lenguaje y acento con más plumas que un plumero: “la otra tienda está en Barna...”. Tuve la suerte de que tuviera la delicadeza de no llamarme foca abiertamente, ell@ destaca la exclusividad de la tienda, a lo cual contesto con más descaro: “Ah, vale, ¿puedes mirar si allí la tienen?” y pido otro color sólo por joder, para justificar continuo diciendo: “es que mañana voy a Barna a hacer un trabajo y la tienda está justo al lado del trabajo” (la marca es mega conocida y que casualidad que la última escapada a Barna estuve en la tienda en cuestión, todo esto para dejar helado@ a la dependient@, concluida la hazaña, salgo mas estirada que la Leti junto al Felipe y prosigo mi camino por una de las calles mas comerciales y tentadoras de Madrid...
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jueves, 22 de mayo de 2008
Dependient@s de tienda
Creo que a tod@s nos ha pasado que nos toque alguna dependienta asquerosilla, que mida 1,73 y pese 50 kilos y te mire como si fueses una mounstrosidad, o un chico, casi chica que se cree el nuevo modelo descubierto por Armani. Acá paso a relatarles algo que me contó una amiga mía madrileña y que le ocurrió en una de esas tantas tiendas pijas que hay en la calle Fuencarral.
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1 comentario:
¡Muy bueno!
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